Traducción automática vs. traducción humana

En esta época y en este mundo tan globalizado, parece que la amenaza de las nuevas tecnologías se cierne sobre muchas profesiones que, cada vez con más soltura, son practicadas por máquinas o programas informáticos y parecen tener escrito su final en un futuro no muy a largo plazo. Hablamos ya de este asunto en el artículo que escribimos sobre el trabajo del corrector de textos, y hoy volvemos a retomarlo para analizar un poco más en profundidad la labor del traductor automático y sus diferencias con la traducción realizada por humanos.

La traducción automática

A menudo los traductores somos víctimas de las críticas de clientes y conocidos que nos preguntan el porqué de nuestras tarifas cuando existen programas que hacen nuestro trabajo de forma gratuita. Veamos qué es la traducción automática y probablemente después se vea mucho más claro por qué seguimos existiendo y cobrando por el servicio que ofrecemos.

traductor automático

Las nuevas tecnologías están cada vez más presentes en muchas profesiones, incluso en el campo de la traducción.

La traducción automática, en la que están basados los traductores gratuitos, es un área de estudio de la lingüística computacional que se dedica a investigar el uso de programas informáticos para poder traducir textos de un idioma a otro. Su historia ha sido siempre controvertida por lo que su aparición suponía para el ejercicio de la traducción. Desde los primeros traductores automáticos que nacieron hasta nuestros días, se han utilizado diferentes bases que intentan mejorar el resultado de lo traducido. Los primeros traductores automáticos utilizaban lo que se llama traducción mediante reglas lingüísticas, que consistían ni más ni menos que en reemplazar las palabras de un idioma por su equivalente más apropiado en otro.

Años más tarde, llegó la traducción basada en corpus lingüísticos, que analizaba muestras reales de textos con sus respectivas traducciones. Este tipo de traducción automática trabaja con métodos estadísticos basados en corpus de textos bilingües, los analiza y nos muestra los resultados de las traducciones más recurrentes. Finalmente, también se ha conseguido llegar a la traducción automática basada en el contexto, que intenta encontrar la mejor traducción para una palabra fijándose en aquellas que la rodean, es decir, que están en la misma frase.

Los diferentes tipos de traducción automática se aúnan para crear los traductores automáticos más potentes de la historia.

Los diferentes tipos de traducción automática se aúnan para crear los traductores automáticos más potentes de la historia.

Llegados a nuestros días, todos estos tipos de traducción automática se han ido fundiendo y combinando para crear los traductores automáticos más potentes de la historia. Pero siguen siendo imperfectos y cometen muchos errores. ¿Por qué?

Los traductores humanos no son máquinas; son mucho más que eso.

Ya lo comentamos en el artículo dedicado a los correctores, pero es verdad que hay una razón por la que el trabajo relacionado con las lenguas difícilmente podrá sustituirse por el de una máquina: porque somos humanos. Los humanos adquirimos y utilizamos el lenguaje con el objetivo de codificar todos los estímulos que provienen de fuera, como conciencia del mundo que nos rodea. Eso es lo que nos impulsa a utilizar el lenguaje y eso es, precisamente, lo que le falta a un traductor automático.

Los logaritmos pueden comparar millones de textos en un minuto, pero no serán capaces de distinguir el contexto que existe fuera del texto que intentamos traducir, o incluso el que aparece en este. Además, no son capaces de discernir el tono o estilo del escrito y tampoco pueden analizar los errores que pueden haberse cometido en los textos de origen. Un traductor automático está regido por un algoritmo de forma que, como todas las máquinas, no sabrá cómo ha de comportarse cuando se enfrente a cualquier cosa para la que no haya sido previamente programado.

Un algoritmo solo responde ante programaciones previas, por lo que estos programas suelen ocasionar muchos errores de traducción.

Un algoritmo solo responde ante programaciones previas, por lo que estos programas suelen ocasionar muchos errores de traducción.

Pongamos un ejemplo. Es de los más fáciles que podemos encontrar y no tiene complicación alguna para aquellos que sabemos inglés, sin embargo, no podemos decir lo mismo en el caso del traductor automático. Cuando utilizamos un traductor automático para traducir de inglés a español la frase «Hand me those glasses», inmediatamente nos ofrecerá la traducción «Dame esas gafas» o, en el peor de los casos «Dame esos anteojos». ¿Qué ocurre si esos glasses no son unas gafas y lo que queremos pedir es que nos pasen los vasos? El algoritmo no es capaz de identificar el texto de origen más que en una sola acepción, que probablemente sea la más utilizada, y desde luego es imposible que pueda diferenciar que el uso de la palabra «anteojos» en español de España no sería del todo correcto a no ser que estuviéramos hablando de un texto del siglo XIX.

Esto nos demuestra que el traductor automático puede elegir entre un montón de traducciones ya elaboradas para darnos el resultado que cree el más apropiado, o el que más sentido tiene, pero en ningún caso será garantía de una buena traducción. El traductor humano, en cambio, tiene ese contexto en el documento que está traduciendo y navegará por él sin dificultades, eligiendo la fórmula más adecuada no solo en lo referente a la semántica, sino también teniendo en cuenta el estilo y el tipo de lenguaje que se encuentra en el texto que está trabajando.

El traductor humano tiene en cuenta el contexto, tono, estilo, matices y ambigüedades para realizar una traducción de calidad.

El traductor humano tiene en cuenta el contexto, tono, estilo, matices y ambigüedades para realizar una traducción de calidad.

Entonces, ¿para qué sirve el traductor automático?

En ningún caso queremos demostrar aquí que la traducción automática sea inútil. Para nada lo es, y los avances en este terreno son sorprendentes y mejoran cada día, por lo que es posible que en el futuro lleguemos a ver un trabajo de traducción espectacular por parte de los traductores automáticos, pero el factor humano es algo que difícilmente se podrá conferir a una máquina.

La traducción automática puede ser muy útil en ciertos casos. Todos somos conscientes de que algunos de los textos que necesitamos traducir en nuestro día a día no pueden esperar el tiempo suficiente como para poder encargárselos a un traductor. También es cierto que, dependiendo del uso que queramos darle a la traducción, no merece la pena esperar.

Hablamos de casos en los que el lector, que tiene una ligera idea del idioma de origen o lo desconoce por completo, va a consumir esos textos en el momento y su importancia es escasa. Por ejemplo, un trabajador que recibe un correo electrónico de un cliente extranjero que quiere comprar uno de sus productos o el viajero que consulta la página web con información sobre un monumento histórico que quiere visitar. Todos entendemos que, en estos casos, los traductores automáticos nos sirven para hacernos una idea general de lo que expresa un documento, y probablemente no merezca la pena una traducción en profundidad o no tengamos tiempo para encargarla.

La traducción automática puede ser útil para hacernos una idea de un artículo escrito en otro idioma.

La traducción automática puede ser útil para hacernos una idea de un artículo escrito en otro idioma.

Lo que no será recomendable en ningún caso será utilizar estos traductores automáticos cuando nuestros textos tienen mayor importancia o van a ser consumidos más allá del ámbito personal. Un ejemplo de estos textos son los informes médicos. ¿Realmente dejaríamos en manos de un traductor automático un texto de esta importancia? Y lo más importante: ¿qué puede pasar si el traductor automático se equivoca?

¿Amenazan entonces los traductores automáticos a la profesión del traductor?

Hay un numeroso grupo de personas que consideran que el trabajo de los traductores tiene fecha de caducidad, y que llegará un momento en el que los traductores automáticos nos sustituyan por completo. Mi visión de este asunto es un poco más positiva. Dado que la mejora fundamental que necesitan incluir en estos traductores automáticos es el factor humano, dudo que lleguemos a una situación apocalíptica en la que el traductor profesional sea una especie en peligro de extinción.

A día de hoy, la traducción automática no supone una amenaza para la traducción humana.

A día de hoy, la traducción automática no supone una amenaza para la traducción humana.

Lejos de eso, creo que la traducción automática ofrece a los traductores nuevos campos de trabajo, como la posedición, que nos da oportunidades para aumentar nuestros ámbitos de trabajo y que nos permite ir adaptándonos a una nueva era combinando lo mejor de las nuevas tecnologías con la traducción más tradicional.

Y vosotros, ¿qué errores os habéis encontrado al traducir textos con estos programas? ¿Estáis a favor de utilizarlos? Estaremos encantados de leer vuestra opinión.