¿Qué hace un corrector de textos? Como ya llevamos algunas semanas dándole un repaso a las profesiones asociadas con el mundo de las letras y los idiomas, no quería desaprovechar la oportunidad de hablar de otro gran desconocido en este campo: el corrector de textos. Hace relativamente poco (el 27 de octubre, para ser exactos) celebramos el Día del Corrector con una imagen de lo más descriptiva, pero seguramente pasó desapercibido para muchos de nuestros lectores. Algunos seguro que incluso pensaron que este día va dedicado al único corrector famoso que existe: el autocorrector de Word.

Para aclarar todo tipo de dudas al respecto y, sobre todo, para visibilizar la profesión imprescindible de muchos compañeros, hemos decidido explicar de forma sencilla una profesión que para nada lo es.

La figura del corrector es esencial.

La figura del corrector de textos es esencial.

¿Qué es un corrector de textos?

Seguro que la mayoría de nuestros lectores, especialmente aquellos estudiosos o amantes de las letras, se han topado en su vida diaria con errores ortográficos o gramaticales en textos publicados o que se muestren en cualquier tipo de soporte. De hecho, hay cientos y cientos de ellos, y los vemos cada día: desde faltas de ortografía hasta errores de concordancia pasando por signos de puntuación fuera de su sitio.

Pues nuestro amigo el corrector de textos profesional es precisamente quien se encarga de desmenuzar letra por letra un texto para «corregir», valga la redundancia, todos aquellos errores que puedan estar escondidos dentro de él. De hecho, tanta es la necesidad que los textos tienen de ser corregidos, que dentro de esta profesión hay dos tipos de correctores: los ortotipográficos y los de estilo.

Hay dos tipos de correctores: ortotipográficos y de estilo.

Hay dos tipos de correctores de textos: ortotipográficos y de estilo.

Antes de explicar un poco mejor la labor de nuestros compañeros es importante recalcar, para todos aquellos con escaso conocimiento de lo que es la publicación de un texto cualquiera, que el proceso de publicación es largo y complejo, y en él colaboran una amplia gama de profesionales. Antes de que un texto pueda ser leído por cientos de personas, el escritor emplea gran cantidad de tiempo en sacar de su cabeza las ideas que se le ocurren y plasmarlas en papel. Una vez lo ha hecho, el editor se hará con el resultado y lo desgranará para ver el potencial que tiene. Cuando este se decida a publicarlo, llegará el momento de preparar el «texto en bruto» para que salga a la luz. En este proceso, el maquetador deberá decidir y trabajar sobre la forma que le dará, el diseñador gráfico se encargará de ponerle las imágenes oportunas y el corrector, que entrará y saldrá del texto varias veces en este último tramo, será el que pula el texto para que el resultado final sea óptimo. Por supuesto, la explicación que aquí os proponemos está muy simplificada. Probablemente podamos hablar de este proceso de forma más extensa en otro artículo si así nos lo pedís. De momento, vamos a centrarnos en los correctores.

El proceso de publicación de un texto es largo y complejo, y en él colaboran diferentes profesionales.

El proceso de publicación de un texto es largo y complejo, y en él colaboran diferentes profesionales.

El corrector ortotipográfico

Generalmente es el último en «meterle mano» al texto en cuestión. En un proceso de publicación de calidad, el editor recurrirá inmediatamente a él en cuanto decida que un texto tiene potencial y se va a publicar. Su trabajo es arduo y sus conocimientos infinitos. Cuando reciba el texto deberá analizarlo, como decíamos, letra por letra para encontrar todos aquellos errores que contenga.

Como bien comenta Mariana Eguaras, se centrará principalmente en:

  • Errores de tecleo, de ortografía y de puntuación.
  • Ajustar la ortografía del texto a las normas de la RAE o a las del manual de estilo que se le haya proporcionado.
  • Aplicar y corregir los recursos tipográficos (unificar fuente y tamaño de la letra, poner y quitar cursivas, negritas y subrayados, eliminar espacios adicionales…).
  • Unificar los criterios en todas aquellas cuestiones que se encuentran fuera de una normativa reconocida.

Además, si se le encarga la revisión una vez el texto se ha maquetado tendrá que hacerse cargo de detectar viudas y huérfanas o la repetición de sílabas en líneas consecutivas, de señalar errores en los márgenes y los filetes o en los pies de página además de otros muchos detalles que serían imposibles de aglutinar en un solo artículo.

El corrector ortotipográfico desmenuza el texto para encontrar todos sus errores.

El corrector ortotipográfico desmenuza el texto para encontrar todos sus errores.

El corrector de estilo

Antes de que el corrector ortotipográfico pase por el texto y elimine los errores anteriormente mencionados debe buscarse un corrector de estilo. No, este corrector no se va a dedicar a cambiar el estilo de escribir del autor, faltaría más, aunque su nombre lo indique. Habitualmente este corrector de textos es distinto del anterior porque, como repetimos una y otra vez en este blog, cuatro ojos ven más que dos. Y sobre todo, porque cuando uno ha trabajado tan a fondo en un texto como lo hace el corrector ortotipográfico, es fácil que haya detalles que se le escapen por estar más pendiente de otros errores.

De esta forma, el corrector de estilo se centrará en fallos que no son «competencia» del corrector ortotipográfico:

  • Eliminará errores e imprecisiones de vocabulario.
  • Aumentará la riqueza del léxico.
  • Eliminará todas las muletillas y vicios léxicos del autor.
  • Corregirá los errores gramaticales y solucionará las inconsistencias sintácticas (errores de concordancia o de régimen proposicional entre otros).
  • Aportará mayor fluidez al texto por medio de recursos sintácticos como la elección de conectores del discurso, la eliminación de pleonasmos, etc.
  • Y por último hará que el texto suene genuino y sea comprensible para el lector al que está destinado.
El corrector de estilo pule el texto, elimina imprecisiones y enriquece el léxico.

El corrector de estilo pule el texto, elimina imprecisiones y enriquece el léxico.

El corrector de estilo, idealmente, entrará en el proceso justo antes de encargar la maquetación del mismo, dejando el terreno preparado para que, después de la maquetación, el corrector ortotipográfico le dé el último toque antes de enviarlo para su impresión.

La invisibilidad del corrector

A pesar de todo este trabajo, la labor de un corrector de textos es, precisamente, ser invisible a los ojos del lector. Porque si el lector detecta errores en un texto, su trabajo se vuelve completamente visible, siempre en el peor de los sentidos. Su intromisión en el texto debe ser también invisible para su autor, que no puede recoger un texto que él mismo ha ideado y no verse reflejado en él. El corrector ha de ser siempre invisible.

El corrector suele pasar desapercibido, aunque su trabajo nos ayuda a disfrutar de textos de mayor calidad.

El corrector suele pasar desapercibido, aunque su trabajo nos ayuda a disfrutar de textos de mayor calidad.

Esta es la razón por la que muchas personas no conocen la existencia de este profesional, y, en muchos casos, no reparan en su labor. Desgraciadamente, esta invisibilidad está cada vez más extendida, e incluso las grandes editoriales, los medios de comunicación y las empresas que se dedican a hacer públicos sus textos descartan, cada vez más habitualmente, contratar sus servicios para revisar un texto. Supongo que se debe a que ninguno de nosotros, los consumidores de letras de a pie, se plantearía seriamente devolver un libro en la librería si está repleto de erratas, o dejar de visitar un medio de prensa en línea o de comprar un periódico o revista publicados en papel por esta misma razón. O incluso pensar en evitar un canal de televisión que, de forma recurrente, llena sus titulares y entradillas de faltas de ortografía. Somos muy pocos los que nos atrevemos a dar este paso y desgraciadamente, no llegamos a afectar en modo alguno los ingresos que reciben todas estas empresas de los textos que publican.

El autocorrector, nuestro eterno enemigo.

Seguimos pensando que los fallos y las erratas y, en definitiva, el uso adecuado de la lengua no es importante, y que el autocorrector de Word nos salvará la vida y convertirá nuestros textos en verdaderas obras de arte. Dejadme que, para terminar os explique por qué una corrección automática nunca aportará calidad a un texto. El corrector automático nunca eliminará las faltas de ortografía más comunes (un «dé» en lugar de un «de»; un «mí» en lugar de un «mi» o una «perdida» en lugar de «pérdida»). Y no lo hará por una simple razón: no es una persona. Así que no podrá entender, a pesar del contexto, la diferencia entre ambas palabras. Tampoco será capaz de introducir las negritas, las comillas, los puntos o las comas donde deba, porque, volvemos al punto de partida, es una máquina y no entiende el sentido de los signos de puntuación ni la diferencia entre los elementos tipográficos.

Un autocorector, en definitiva, no podrá sumergirse en la gramática o en la ortografía de la Real Academia durante horas para dilucidar si un verbo debe llevar una preposición u otra, o una palabra debe ir con mayúscula o con minúscula. Se fijará tan solo en los errores que su memoria contiene. Los demás, simplemente se quedarán impregnando el texto y se convertirán, irremediablemente y para bien o para mal, en la imagen de su autor.

La calidad del trabajo del corrector humano no es comparable a la del corrector automático.

La calidad del trabajo del corrector humano no es comparable a la del corrector automático.

Un último apunte: si hay alguien que todavía duda de la importancia de la labor del corrector de textos, le reto a descubrir escondidos en este texto dos errores, uno que debería haber encontrado el corrector ortotipográfico y otro que me hubiera resaltado el corrector de estilo y que, en este caso, mi corrector particular ha dejado intactos para el deleite de nuestros lectores. Si eres capaz de encontrarlos, déjanos un comentario.