El traductor invisible
El traductor a menudo pasa desapercibido y mucha gente sigue sin entender cuál es exactamente nuestro trabajo. Seamos honestos, la invisibilidad de la que gozan la mayoría de los traductores tiene algunas ventajas. En el caso de traductores autónomos que trabajan desde casa, la libertad de horarios y de hábitos puede ser algo muy cómodo. ¿Quién no ha trabajado alguna vez en pijama mientras se tomaba una taza de café?
Pero esa invisibilidad también conlleva una parte negativa, ya que a menudo hace que nuestro trabajo no se entienda ni se valore. Alguna gente piensa que somos máquinas y que podemos traducir en todo momento, aunque sea de noche o el fin de semana, como si fuésemos un ordenador que procesa traducciones automáticamente a cualquier hora y en cualquier lugar.
Esa invisibilidad también conduce a un conocimiento escaso y erróneo sobre nuestro trabajo. Sin embargo, la traducción es un servicio omnipresente sin el cual no existiría el mundo tal y como lo conocemos. Todo aquello que hacemos está relacionado, de alguna u otra forma, con la traducción, sobre todo en una sociedad tan globalizada como la actual.
El traductor omnipresente
Pensemos en cómo es un día normal en nuestra vida: todos los dispositivos que utilizamos (despertador, teléfono móvil, ordenador, impresora, etc.) vienen con un manual de instrucciones traducido que permite que podamos aprender a utilizarlos, aunque se hayan fabricado a miles de kilómetros de nuestros hogares. Y lo mismo ocurre con los electrodomésticos que nos hacen la vida más fácil. Y con los coches: gracias a la traducción, los fabricantes pueden aunar las mejores tecnologías procedentes de distintos lugares en un solo vehículo para aumentar nuestro confort y seguridad, y también gracias a la traducción, pueden comercializarse y utilizarse vehículos de fabricantes extranjeros.
Algo parecido ocurre con la comida: gracias a la labor de los traductores e intérpretes existe el comercio internacional y podemos degustar productos de cualquier parte del mundo, desde quesos franceses y holandeses a salmón noruego, pasando por pasta italiana, salsa de soja china y arroz japonés.
Nuestros médicos, científicos, juristas y especialistas de todo tipo disfrutan del conocimiento que aprenden en cursos, revistas especializadas, congresos y conferencias que a menudo cuentan con traductores e intérpretes para transmitir ese conocimiento a diferentes idiomas y culturas. En medicina, por ejemplo, se traducen los prospectos de los medicamentos, los manuales de los equipos médicos, los documentos de investigación de enfermedades y medicamentos, los consentimientos informados de los pacientes, el material para la formación de los médicos y personal sanitario, y muchas cosas más.
Por no hablar de los libros que nos instruyen y nos hacen soñar, las revistas que nos informan y entretienen, las series que nos enganchan y las películas que nos marcan. Si no fuese por la figura del traductor, no podríamos tener acceso a la mayoría de esos contenidos, que originalmente se crean en otros idiomas, sobre todo en inglés.
La traducción permite compartir conocimientos, información, productos y servicios que permiten que la sociedad progrese y los seres humanos vivamos más cómodos. Y, aunque la traducción sigue siendo una disciplina invisible a los ojos de la mayoría, es omnipresente y cada vez más necesaria.
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