Todos aquellos que tenemos la suerte de ser traductores o intérpretes tenemos que explicar habitualmente qué es lo que hacemos exactamente. Y, sobre todo, enfrentarnos a las confusiones del público en general sobre las diferentes vertientes profesionales que existen dentro de nuestro campo. Es más que habitual encontrarnos con personas que no saben que la traducción y la interpretación son ramas de un mismo árbol que, si bien tienen la misma base, no tienen por qué compartir las hojas.

Lo cierto es que son incontables las veces que, cuando hablamos de nuestra profesión y nos presentamos como traductores, la primera pregunta que nos cae encima es: «¡Ah! ¿De esos que te traducen lo que dice el ponente en una conferencia?»,  momento en el cual, nuestros ojos se cierran al ritmo de un suspiro. En otras ocasiones, nos preguntan qué libros hemos traducido. No lo tiene mucho mejor el intérprete, que cuando dice a lo que se dedica, puede esperar dos reacciones diametralmente opuestas: «¡Ah! ¿Y en qué series has salido?» o bien «¡Ah! ¿De esos que traducen conferencias?». En una ocasión, a un intérprete le preguntaron: «¿Eres tú los aparatos de traducción?». Conozco a otro intérprete al que le dijeron: «Ah, ¿pero sóis humanos? Pensé que érais un ordenador».

Exceptuando la pregunta en la que los intérpretes son confundidos con actores, las demás preguntas hacen que cualquier traductor e intérprete comience una batalla que, de antemano, da por perdida. Porque solo quien ha necesitado un traductor o un intérprete alguna vez sabe cuál es la diferencia. Y si nos fijamos un poco, descubriremos que a veces ni ellos.

Suele haber mucha confusión en cuanto al trabajo de traductores e intérpretes.

Suele haber mucha confusión en cuanto al trabajo de traductores e intérpretes.

Esta es la razón por la que voy a aprovechar este artículo para aclarar de una vez por todas las diferencias entre un traductor y un intérprete. Y no, la diferencia no es que el intérprete trabaje con la lengua de Shakespeare y el traductor con la de Cervantes, como he tenido que escuchar alguna vez.

¿Qué es un traductor y qué es un intérprete?

Lo cierto es que la confusión puede empezar por la definición de ambas palabras. Porque si acudimos a la Real Academia Española, hay que ser un poco curioso para llegar hasta el final del entuerto. La razón es que la definición de traductor es someramente escueta: «Que traduce», y además se nos informa de que la palabra en sí deriva «del latín traductor, -oris ‘el que hace pasar de un lugar a otro’». Y ya está, así de simple. Y luego nos quejamos de que nos confundan a unos con otros. Si lo que hacemos todos es lo mismo, pasar palabras de un idioma a otro. Solo algunas personas querrán saber un poco más a fondo de qué estamos hablando. Buscarán la palabra «traducir» y se encontrarán con la definición real de nuestro trabajo: «Expresar en una lengua lo que está escrito antes en otra».

El traductor trabaja con la palabra escrita.

El traductor trabaja con la palabra escrita.

En el caso de la interpretación, no hace falta ni la mitad del trabajo de investigación para dar con la clave, ya que si buscamos la palabra «intérprete» la definición queda clarísima: «Persona que explica a otras, en lengua que entienden, lo dicho en otra que les es desconocida».

Y ahí radica la diferencia entre ambos. Si solo miramos en la superficie, es cierto que todos nosotros hacemos la misma labor general, hacer que quienes no entienden una lengua sean capaces de hacerlo a través de nuestro trabajo. Pero la diferencia entre nuestras profesiones es crucial: los traductores se dedican a traducir los textos escritos en una lengua a otra. Los intérpretes trabajan con la lengua hablada y hacen que los hablantes de otra entiendan lo que se está diciendo.

El intérprete trabaja con la lengua hablada.

El intérprete trabaja con la lengua hablada.

 ¿A qué nos dedicamos?

Una vez resuelta la duda y sentadas las bases léxicas, también sería interesante aclarar, aunque sea sin entrar en detalle, a qué nos dedicamos.

Empezaremos por el traductor, ese ser misterioso que trabaja con textos escritos. Cuando nos preguntan a qué nos dedicamos y si se puede vivir de la traducción, casi todos solemos acudir a los mismos argumentos. Lo primero es preguntar si la persona en cuestión ha leído el último libro de Dan Brown o ha visto la última película de Hollywood; o si ha enviado a sus hijos a estudiar a un colegio en el extranjero o han visto en las marquesinas el último anuncio de una marca de coches conocida.

Todo ello es obra de un traductor. Para que un libro como El Código Da Vinci llegue a ser líder en ventas en un país de habla no inglesa, hace falta un traductor que lo acerque a todas aquellas personas que no entienden el inglés. Lo mismo pasa con un guion de una película de Hollywood o con los impresos de matrícula de un colegio extranjero. Y con los anuncios de marcas comerciales. ¿A que es fácil? Un traductor se dedica a trabajar para que quienes conocen una sola lengua puedan entender lo que se escribe en cualquiera de las existentes en el mundo.

Los traductores están presentes en todos los sectores y hay diferentes tipos de traducción: traducción literaria, traducción médica y científica, traducción audiovisual, traducción jurídica y jurada, traducción técnica, etc.

Traducción técnica.

Traducción técnica.

El intérprete, en cambio es esa voz misteriosa que trabaja con discursos orales. El intérprete no traduce, interpreta. Ellos no se zambullen en libros ni letras si no es para estudiar los temas que les toca interpretar. Los intérpretes son esas voces casi imperceptibles que están ayudando a los entrenadores y jugadores que solo hablan su lengua materna en una rueda de prensa. Son también esa voz que escuchamos en el telediario o que nos permite entender el discurso en tribuna de un mandatario alemán. Son quienes hacen posible que un auditorio lleno de gente entienda una conferencia médica en inglés y quienes facilitan que los políticos rusos y franceses se entiendan cuando se reúnen. Todos ellos son ejemplos de la labor de los intérpretes. Y todo ello sin despeinarse. Da igual que se esté hablando de fútbol, de medicina o de política.

Los intérpretes son las voces de los ponentes, los entrevistadores y los entrevistados, los políticos, etc.

Cabinas de interpretación simultánea.

Cabinas de interpretación simultánea.

Exixten diferentes tipos de interpretación, como la interpretación simultánea, la interpretación consecutiva, la interpretación susurrada, la interpretación de enlace, etc. Es habitual ver a intérpretes en reuniones, congresos y conferencias, juicios y negociaciones. También los encontramos en actos y eventos, medios de comunicación, conflictos armados y organismos internacionales.

Los intérpretes no traducen lo escrito, pero también se zambullen en ello para estudiar y preparar las interpretaciones. Y hace falta mucha preparación previa al encuentro para evitar los gazapos.

¡Ay! Nuestros eternos gazapos.

Porque no importa lo bien que hagas tu trabajo ni la calidad del resultado final. Desgraciadamente en nuestra profesión, como en otras muchas, nuestro paso por un texto o por un discurso solo es visible cuando cometemos errores. Los hay mayores y menores, de andar por casa y públicos, pero los hay también que han hecho historia. Y no, no estamos orgullosos, pero esos errores demuestran que el trabajo de traductores e intérpretes no es fácil.

Que se lo digan al patrón de los traductores, San Jerónimo, que es el causante de que todas las estatuas y retratos de Moisés del gótico tardío aparezcan con dos cuernos en la cabeza. Por desgracia no tiene nada que ver con que los pintores y escultores de la época quisieran inventar los memes ya en la antigüedad, sino más bien con un error cometido por San Jerónimo en la traducción del término hebreo «karan», que se refiere al resplandor del rostro de Moisés y que él tradujo como «cornudo», en hebreo «karen».

Los traductores e intérpretes son esenciales para la comunicación, aunque su trabajo es muy distinto.

Los traductores e intérpretes son esenciales para la comunicación, aunque su trabajo es muy distinto.

Otro famoso gazapo, y que pudo tener consecuencias devastadoras, fue el cometido por el intérprete del líder soviético Nikita Khrushchev en pleno apogeo de la Guerra Fría. Fue en un banquete en el que estaban presentes numerosos embajadores occidentales. La audiencia se debió quedar helada cuando el intérprete les hizo llegar la frase «Os guste o no, la historia está de nuestro lado. ¡Os enterraremos!». Khrushchev solo se había referido al Manifiesto Comunista de Marx y, en lugar de la amenaza que profirió el intérprete, lo que quería decir era que serían responsables de su propia desgracia. Algo así como «Viviremos para ver cómo os entierran». De acuerdo, la frase en sí no era del todo amigable, pero desde luego la actuación del intérprete no mejoró la situación.

Volviendo al tema central de este artículo, nos gustaría saber si en alguna ocasión nuestros lectores también habéis sentido que vuestro trabajo no se entendía:

 

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